miércoles, octubre 09, 2013

Vivir con las ventanas rotas.

Yo vivo, desafortunadamente, en un país de ventanas rotas. Quizás algunos de ustedes también.
No rompamos más ventanas.

Para los que no sepan a que me refiero con esto, permítanme que me explique.

Por allá por 1969 un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, llevó a cabo un experimento social: Abandonó un auto en una calle del Bronx (NY), sin matrículas y con las puertas abiertas, esperando "algo". Ese "algo" no demoró en suceder ya que en 10 minutos, o poco más, comenzaron a desvalijar dicho vehículo hasta dejarlo el la pura carrocería. Luego, no satisfechos con esto, comenzaron a destrozar lo que quedaba. El buen Philip tomó nota y decidió realizar el experimento de nuevo pero en otra zona.

Así se trasladó hasta Palo Alto (CA), barrio de gente adinerada, y dejó otro auto en las mismas condiciones que el primero: puertas abiertas y sin matrículas. Al cabo de una semana el vehículo seguía igual, aparcado en el donde lo había dejado y con todos sus componentes intactos. Psicólogo al fin, Philip decidió dar un paso atrevido, por lo que se acercó, martillo en mano y comenzó a destrozarle la carrocería. Un circuito misterioso se activó de inmediato en algunos habitantes de la zona porque al cabo de unas horas el auto quedó tan destrozado como el del Bronx.



Este curioso experimento sirvió para que, años más tarde, George Kelling y James Wilson elaboraran la teoría de las ventanas rotas, que dice que las actividades incívicas e inmorales se contagian. Y nos ponen un par de ejemplos para que entendamos mejor: Tomemos un edificio con una ventana rota. Si no se repara con prontitud, los vándalos tenderán a romper el resto de las ventanas, llegando incluso a irrumpir en el inmueble y adueñarse de este. O una acera (calzada, banqueta) en la que se acumula algo de basura. Si no es recogida a tiempo, pronto se acumulará más basura, desde papeles hasta bolsas enormes de desechos.
¿Se dan cuenta por dónde van los tiros?

En los países cuyas sociedades se comportan de forma anárquica, por lo general, hay gobiernos poco preocupados o desbordados por los problemas cotidianos. Si no hay quien haga cumplir la ley, no hay consecuencias, ergo, hacemos lo que nos da la gana. ¿Cierto? Por supuesto hay quienes actúan con mala entraña sean cuales sean las condiciones, pero son una minoría. Si vemos que en donde vivimos se acumula la basura, nos perfuman charcos de aguas servidas, huecos decorando las calles, vagos durmiendo en las aceras, sentimos que no hay quien se preocupe, quien nos haga ver que lo hacemos mal y en consecuencia nos dejamos llevar y mandamos al civismo de paseo.

En la Nueva York de Giuliani se puso a prueba la teoría de las ventanas rotas: limpiaron todos los vagones del metro, borraron buena parte de los grafitis de las paredes, no permitían que la basura se acumulara. Cómo resultado obtuvieron una disminución sustancial de la criminalidad. Y aunque algunos detractores dicen que esto se debió a otros factores, sin duda el tomar la decisión de hacer ver que había alguien que se preocupaba por la ciudad, influyó en algo. También en Río de Janeiro (BR) comenzaron un plan para mejorar el aspecto de sus famosas favelas, no con la intención de que las personas que allí viven dejen de lado sus ganas de salir del sitio hacia otro mejor, si no para precisamente reforzarles las ganas de progresar y mejorarles, en lo posible, su día a día.

Favela en Río de Janeiro decorada por artistas locales.

¿Es esta la solución definitiva a todos los problemas? Por supuesto que no, pero de algo ayuda. Si cada uno de nosotros cuidamos de nuestro entorno, y exigimos a los que gobiernan (o desgobiernan, según sea el caso) que vigilen el cumplimiento de las normas más básicas, podemos estar seguros que notaremos un cambio para bien en nuestra cotidianidad y, lo que es más importante, en nuestra visión de futuro. No tenemos que condenarnos a vivir eternamente con las ventanas rotas, sin esperanza, dejándonos estar solamente porque los demás lo hacen. En nosotros comienza el verdadero cambio, con lo más simple. ¿Te estás comiendo una chuchería en la calle y no hay papelera en la que botar el envoltorio? Llévalo contigo hasta que consigas donde depositarlo, que no es tan difícil. ¿Quieres quedarte sordo escuchando música a todo trapo? Usa unos audífonos y súbele el volumen hasta que te lloren los tímpanos, pero no obligues a los demás a acompañarte en tu idiotez. ¿Qué vas en el auto? Sube los vidrios (lunetas) y siéntete en un concierto, pero tú solo.

¿Verdad que no es tan difícil?

A ti y a mí, personas sensatas, nos toca velar porque nuestras vidas mejoren, porque que nuestras ciudades cambien para mejor. A los otros, a los que van por la vida de superiores, saltándose normas y haciéndonos la convivencia difícil a los demás, unas palabras: ¡Se pueden ir a la mierda!

Así que ya sabes, si ves una ventana rota, repárala. No rompas las otras.

Saludos y paz.

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