jueves, septiembre 26, 2013

El perfecto Presidente.

¿Te has planteado hacer carrera política? ¿Has soñado, como muchos, ser quien rige el destino de tu país? ¿Que te llamen Presidente? Si eso es lo que deseas con ansias, deberías ceñirte a este, llamémoslo manual, que te presento, para ser el mejor de los Presidentes y hacerte un nicho en la historia. (Aplica sólo para algunos países, en especial de esta parte del mundo. Aunque por desgracia pareciera hacerse de uso común en todo el orbe).

Brevísimo manual del perfecto Presidente.

- Conocimiento básico del abecedario. Hasta la "D" sirve. Las demás letras que se las aprendan los eruditos. ¿No tienes estudios de ningún tipo? ¡No pasa nada! Tampoco la inmensa mayoría de la gente, aunque ellos no se están postulando... Da igual. Con que parezcas un poco inteligente y que no te babees mientras des un discurso, sobra. Libro que veas, libro que agarras y te vas directo a la contra portada, lees la reseña, te aprendes el título, el nombre del autor y ya está. Con que tengas buena memoria es suficiente para parecer un genio entre tanto imbécil que te va a rodear.




- ¿Tienes cara de vendedor de zapatos, o de vendedor de tentempiés callejeros? ¡Eres nuestro hombre!  Es importante que en tu rostro siempre esté dibujada esa expresión de quién es versado en la venta de productos, de cualquier índole, para crear confianza en futuros votantes. Así, cuando hayas ganado el cargo por decisión popular (o por alguna otra "circunstancia" menos honesta), podrás hablar durante horas, culpar de todos los males del mundo actual, del anterior, y del que vendrá al "imperio", ese mismo que se dejó arrebatar todo su imperialismo por un tigre asiático, y nadie pondrá en duda tu versión, aunque no signifique nada y no digas más que sandeces.

- Tener carisma, por encima de inteligencia. Tampoco pasa nada si no reúnes esta condición, que siempre puedes intentar heredar el carisma de tu antecesor, o montarte en su estela para aprovecharte de los tontos que suspiran por ti (en realidad por quien te precedió) y así disimular un poco, entre vítores y cantos desdentados, lo imbécil que en realidad puedas ser.

- Sé chistoso ante todo, o al menos inténtalo. ¿Que asesinan a más de 100 conciudadanos todas las semanas? Tu ríete y haz un chiste del tema, verás como nadie se acuerda de las vidas perdidas. ¿Un deslave mató a más de 10.000 personas en una de las zonas más humildes del país? ¡No pasa nada! Tu haz uso del carisma que se te asignó por decreto (en caso de ser más insípido que una patata congelada, se te asignará, no lo dudes) y elude toda responsabilidad en el tema con uno de esos chistes reciclados que has de aprenderte apenas asumas el cargo. Y nunca, pero nunca, aceptes ayuda de otros países. Alega algo sobre la soberanía, o la no aceptación de injerencia foránea (palabra que debes conocer, aunque no sepas bien que significa), o la alta capacidad del gobierno que encabezas para afrontar estos problemas por cuenta propia. Aunque pasen 20 años y no se hayan removido los escombros o recuperado los cadáveres, no te mortifiques, que la memoria con hambre no es buena. Lo que nos lleva al siguiente punto.

- Hambrea a tu pueblo, en especial a los más humildes, y culpa a otros. En esto hay que ser delicado y caminar sobre una delgada línea para no tener problemas... ¡Qué es broma! Hambrea todo lo que puedas a los desagradecidos que no votaron por ti, y a los que sí, más aún. Con culpar a otros de tu desidia, o simple maldad, tienes la espalda cubierta. Siempre están los opositores, el imperio, los órganos internacionales, la iglesia y, por qué no, el Papa. Hay que tener presente que según estudios recientes algunos seres humanos se vuelven más fieles y estúpidos mientras más hambre pasen. Así que a dar rienda suelta a ese hambreador que llevas por dentro, tiranuelo.

- Admira a los sátrapas más famosos y ríndeles pleitesía. Menos a Hitler. No se sabe bien porqué pero la imagen de Adolfito no cala bien en la gran masa. Aún así, eres libre de ensalzarlo en público si lo deseas: tu asumes el riesgo. Del resto de lacras que pululan y han vivido en este planeta puedes hablar con toda tranquilidad. Puedes alabarlos, hacerles poemas, dedicarles premios reales o inventados por ti, visitarlos, tomarles de la mano ( a los que estén vivos, no andes por ahí manoseando cadáveres), nombrarlos hijos pródigos, en fin, toda la cursilería y ordinariez de la que seas capaz. Siempre en público y de preferencia ante grandes multitudes arreadas hasta donde tu estés. No olvides alinearte con la doctrina política del que más te guste y te apasione, da igual que sea un fachada. Nadie va a enterarse.



- Muéstrate como un gran demócrata y estadista. Ya sabemos cómo funciona esto ¿verdad? Convoca elecciones, todas las que puedas. Enséñale al mundo entero que eres un tipo recto, un Presidente que respeta las leyes y la democracia, y luego, cuando todos se hayan tragado el cuento, patéalas en el suelo hasta matarlas y róbate las elecciones. ¡Perdón! "Amaña" las elecciones, tuércelas un poquito nada más, porque no hay nadie mejor que tú para regir esta enorme plantación bananera. Tienes que estar convencido de ser el ungido, el "number one", cuando tú lo estés, los que se masturban pensando en ti, también se convencerán. Así, cualquier "extraña" manipulación de la votación popular, pasará por debajo de la mesa.

- Demuestra tu vocación de servicio. Y no olvides nunca recordar a todo momento tu origen humilde. Si enseñas en público a tu madre desarreglada, desdeñosa, mal hablada y harapienta, cuando tu progenitora se haga un "extreme makeover" con el dinero sustraído por su querubín, del bolsillo del incauto pueblo, nadie notará el cambio, y si alguien dice algo, muestra las fotos de tu mami en el umbral de la puerta a medio caer de la desvencijada casa en donde te parió. Haz creer a todos que no necesitas nada, que tienes todo lo que necesitas sirviendo con nobleza a quienes te eligieron (guiño), así, mientras abultas cuentas en paraísos fiscales, todos te verán como un Mesías en bicicleta. Y a quién dude de ti de seguro lo apedrearán en alguna sucia plaza.

Y para finalizar:

- Compórtate como el tipo con el que cualquiera quisiera beberse una cerveza. Sé dicharachero, procaz, homofóbico, guerrerista, saltimbanqui, misógino, grotesco, ordinario, y a la vez muéstrate letrado, inteligente, amante de la paz, admirador de las mujeres, elegante, que entre tanto cambio de humor, a nadie le dará tiempo de saber qué es lo que pasa, si eres un genio o un loco total y tu, mientras tanto, puedes volver mierda el país a tus anchas.

Para ser ministro es más o menos igual que lo anterior, solamente hay que agregarle a la "receta" una gran dosis de genuflexión y, por supuesto, tener muchas ganas de lamer suelas hasta que queden relucientes como espejos, o que la lengua se caiga de la boca saturada de llagas, lo que suceda primero.

Si se fijan hablo de Presidente y ministros. No uso el femenino de estos términos, y no porque sea yo mismo misógino, tan sólo que en estos golpeados países, en donde los representantes del alto gobierno tienen, lamentablemente, muchas (o todas) de las características que arriba menciono, las mujeres no pasan de ser objetos meramente decorativos, para desgracia de ellas y de nosotros. Ya hemos visto ejemplos más que claros que las mujeres en cargos públicos, muchas veces, demuestran ser mejores en todos los aspectos.

Saludos y paz.

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Imágenes cortesía de Google.

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